NOTA: Aunque fotografié en RAW+JPG, todas las fotos mostradas aquí son JPGs directos de cámara (Fujifilm X-T3 junto al Fujinon 23mm f2).
Decidí fotografiar únicamente en blanco y negro para intentar capturar una Bosnia diferente a la que ya conocía. Mirando diferente a lo habitual en mí, sin que el color me «emborrachase» y me desviara de lo que me hacía sentir cada lugar que visitamos. Espero que os guste el resultado.
Día 1 – Llegada a Dubrovnik y traslado a Neum
El viaje arrancó con la expectación del grupo, todos con esa mezcla de nervios y entusiasmo que se siente al comenzar una aventura colectiva. Llegamos al aeropuerto de Dubrovnik, puerta de entrada al Adriático, y desde allí tomamos el bus hacia Neum, nuestra primera parada en suelo bosnio. Durante el trayecto, los paisajes de la costa se iban transformando, mostrándonos un contraste de montañas y mar que ya presagiaba la diversidad que íbamos a encontrar en los días siguientes.







En Neum, una pequeña ciudad costera, nos instalamos con la sensación de estar apenas abriendo la primera página de un libro apasionante. Entre presentaciones, primeras charlas y alguna foto robada al atardecer junto al mar, el grupo empezó a cohesionarse. Para mí, como fotógrafo, fue un momento perfecto para observar cómo cada uno empezaba a mirar el entorno con su propia sensibilidad.
Día 2 – Medjugorje y Mostar
El día comenzó temprano en Medjugorje, un lugar que ha atraído a millones de peregrinos desde que, en los años 80, se difundieron las apariciones marianas. Allí vivimos una atmósfera de silencio, recogimiento y devoción que contrastaba con el bullicio turístico. Fue interesante ver cómo algunos compañeros buscaban en sus fotos la fe reflejada en los rostros, mientras otros se fijaban en los pequeños detalles de las velas, los rosarios y los espacios de oración.








Por la tarde llegamos a Mostar, probablemente uno de los lugares más icónicos de Bosnia. El puente reconstruido después de la guerra nos impresionó profundamente. Ese arco de piedra que une las dos orillas del Neretva no es solo un monumento, es un símbolo de reconciliación y esperanza. Pasamos horas caminando por sus calles empedradas, entre bazares, cafés y tenderetes llenos de color. La lluvia que comenzó a despuntar y que explotó poco rato después de cruzar por última vez el puente, añadió un punto de emoción que todos quisimos capturar con la cámara. Al caer la noche, el grupo se reunió para comentar las fotos: había sido un día cargado de simbolismo y belleza.














Día 3 – Eco Zone Zelenkovac
La jornada nos llevó a un escenario completamente diferente: la Eco Zone de Zelenkovac. Ubicada en medio del bosque, este espacio artístico y natural parecía un refugio alternativo del mundo. Entre casas de madera, esculturas improvisadas y sonidos de la naturaleza, vivimos una experiencia que invitaba a la calma y a la reflexión. Para muchos fue un respiro después de la intensidad de Mostar.






Fotográficamente, Zelenkovac nos obligó a mirar de otro modo: aquí no había monumentos espectaculares ni grandes avenidas, sino rincones íntimos, juegos de luz entre los árboles, detalles de madera envejecida o pequeños gestos cotidianos de quienes habitan este lugar. Fue un día donde la creatividad se liberó y el grupo disfrutó explorando nuevas formas de ver.
Día 4 – Banja Luka
En Banja Luka descubrimos una ciudad moderna, viva y vibrante. Sus amplias avenidas, plazas y cafés nos mostraron una cara distinta de Bosnia, más cosmopolita y abierta. Paseamos por su casco urbano, fotografiamos la imponente Catedral de Cristo Salvador y disfrutamos del ambiente relajado de la ciudad.












Lo que más llamó la atención al grupo fue esa sensación de juventud y dinamismo que se respiraba en las calles. En cada esquina parecía haber un contraste entre lo antiguo y lo nuevo: edificios soviéticos junto a modernos locales, grafitis callejeros que hablaban de libertad y expresividad. Fue un día en el que sentimos que Bosnia no solo mira hacia su pasado, sino que avanza con energía hacia el futuro.
Día 5 – Travnik y llegada a Sarajevo
De camino a Sarajevo hicimos una parada en Travnik, una ciudad cargada de historia otomana. Sus mezquitas, minaretes y la fortaleza medieval en lo alto nos regalaron panorámicas increíbles. Muchos del grupo disfrutaron especialmente fotografiando el famoso río Azul y los detalles arquitectónicos que aún recuerdan la importancia de Travnik como antigua capital.




Llegamos a Sarajevo ya con la tarde avanzada. La entrada a la ciudad fue emocionante: sabíamos que nos esperaba uno de los puntos centrales del viaje. La primera impresión fue la de una ciudad vibrante, llena de vida, pero con cicatrices aún visibles en sus fachadas. Esa mezcla de modernidad y memoria se convirtió desde el primer momento en el gran reto fotográfico de la estancia.














Día 6 – Sarajevo
Dedicamos un día completo a Sarajevo, y aun así se quedó corto. La ciudad es un cruce de culturas y religiones, un lugar donde se pueden encontrar en la misma calle una mezquita, una iglesia ortodoxa, una iglesia católica y una sinagoga. Ese mosaico de diversidad fue uno de los aspectos que más impresionó al grupo.
















Recorrimos el barrio otomano de Baščaršija, con su mercado repleto de aromas y sonidos, y visitamos lugares emblemáticos como el puente latino, donde comenzó la Primera Guerra Mundial. También nos detuvimos en el Museo del Genocidio, un lugar duro pero necesario para entender la historia reciente. Fotográficamente, Sarajevo fue una locura: desde retratos callejeros llenos de carácter hasta detalles arquitectónicos cargados de historia. Para todos, fue una jornada intensa, llena de emociones y aprendizaje.
Día 7 – Konjic, el Túnel de Sarajevo, el Bunker de Tito y llegada a Trebinje
Este fue probablemente el día más completo del viaje. En Konjic nos sorprendió su puente otomano, perfectamente integrado en un entorno natural espectacular. Después, la visita al Túnel de Sarajevo nos conmovió profundamente: caminar por ese pasadizo que fue la salvación de miles de personas durante el asedio fue una experiencia que difícilmente olvidaremos.







Más tarde nos adentramos en el Bunker de Tito, un lugar que parecía congelado en el tiempo, testigo de la Guerra Fría y de los sueños de grandeza de Yugoslavia. Allí las cámaras no pararon de disparar: pasillos interminables, salas de mando y espacios que parecían sacados de una película. Finalmente, llegamos a Trebinje, una ciudad tranquila y acogedora. Al atardecer, mientras el sol bañaba los viñedos y las plazas, sentimos que el viaje se acercaba a su fin, pero lo hacía con una calma especial.



Día 8 – Trebinje y regreso a Dubrovnik
La última mañana la dedicamos a Trebinje. Su mercado local, lleno de productos frescos y artesanía, nos ofreció un último contacto con la vida cotidiana bosnia. Paseamos sin prisa, fotografiamos la plaza central, los cafés y los rostros de la gente. Fue un cierre perfecto: sencillo, humano y auténtico.





Después pusimos rumbo de nuevo a Dubrovnik para tomar el vuelo de regreso. En el bus, el grupo iba en silencio, cada uno repasando mentalmente sus recuerdos y sus fotos. Yo, como fotógrafo y formador, sentí una enorme gratitud: habíamos compartido un viaje que no solo nos regaló imágenes espectaculares, sino también una lección de historia, de resiliencia y de humanidad. Bosnia nos transformó, y estoy seguro de que ninguno de nosotros volverá a mirarla con indiferencia.

Mención a parte para mi amigo y compañero Sergio Otegui de Nadaincluido.com que organizó y guió la ruta. Sexto viaje organizado juntos y sumando 🙂
