En esta ocasión, Barcelona me recibía con un grupo de fotógrafos entusiastas fantásticos, y un día de sol y sombra para trabajar en sus calles de forma creativa. En fotografía no hay mal que por bien no venga, y cualquier condición que se nos presenta, debemos aprovecharla de la mejor manera posible.
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Todas las fotos que tomé lo hice con mi querida Fujifilm X-T3 y, como viene siendo habitual este año, junto a mi Fujinon 16mm f2.8 WR.





En esta ocasión, y después de tantos años fotografiando y realizando talleres de fotografía por sus calles, decidí mirar de forma diferente durante unas horas. Y es que sabéis que yo soy fotógrafo de color, que no suelo mirar en blanco y negro. Es una forma de expresión y de transmitir las cosas que me pasan y que pasan por delante de mi cámara de forma personal e intransferible. Sin embargo, en ocasiones experimentar es algo necesario para el crecimiento creativo.





De esa manera, aunque las primeras fotos las tomé en color, como siempre. Como si de terminar un carrete y colocar otro se tratase, decidí que a partir de la hora de la comida, mis fotos serían en blanco y negro. De esa manera, tendría una manera distinta de explicar a los asistentes y de mostrar formas diferentes de fotografiar.






Aviso a navegantes: como muchos que me conocéis personalmente estaréis preocupados por mí, ellos ya saben lo que me suele ocurrir cuando pienso en fotografiar en blanco y negro, mando un mensaje de tranquilidad. Solo fue ese afán por experimentar, acertar o fallar, que hiciera que Barcelona fuese algo distinta ese día.






Y para los que os preguntéis si usé solo el JPG en Blanco y Negro o revelé posteriormente el RAW. Como siempre, aunque puse en mi cámara un perfil en blanco y negro para no sentir la tentación posterior de regresarle el color, esas fotos se revelaron en RAW en blanco y negro. No uso los JPG de la cámara.






Y ahora bien, ¿me gusto la experiencia? Lo cierto es que no demasiado. Sigo siendo fotógrafo de color, me sigue gustando y atrayendo de forma inexorable. El blanco y negro es una forma de mirar que no me motiva tanto y, sobre todo, no me desafía como pensar en color. Es algo personal, y como he dicho, intransferible.
