Hacía un tiempo que amigos y asistentes a mis talleres de fotografía me habían insistido que tenía que ir a Cádiz. En lo últimos tiempos mi actividad por el sur de España se ha incrementado y tenía ganas de hacer algo allí. Junto a mi buen amigo Cristobal del Colectivo 20 grados, organizamos un taller de fin de semana que me permitió descubrir las calles de Cádiz pero sobre todo a sus gentes. ¡Qué maravilla! Sentirse como en tu casa es quedarse muy corto. Y no puedo comenzar a narrar el “así fue” sin agradecer la hospitalidad y cariño a Cristobal y Dolores, os llevo ya en un lugar muy especial de mi corazón. ¡Gracias!
En el taller me encontré además con Alejandro y Juan, dos personas increíbles que me habían acompañado anteriormente en mis talleres por Sevilla, así que la alegría de reencontrarme con ellos hizo todavía más especial este taller. Todo esto que os cuento hizo que no solo conociera Cádiz. Estar y conocer a tanta buena gente, me permitió recorrer las calles del Puerto de Santa María, un sitio añejo y con encanto, así como descubrir con Juan el señorío de Jerez. Así que ya os imaginaréis lo enamorado que he vuelto de toda la zona. Quien no haya estado por allí, no sé a qué espera para visitarla.
El taller en sí me permitió recorrer las calles de una ciudad orgullosa y antigua, alegre y divertida, intensa y especial. Una ciudad única a la que volveré sin duda, porque Cádiz bien lo merece. Y así, con toda esta emoción y ganas comenzamos el taller en la plaza de la Catedral y que nos llevó por los barrios más céntricos y antiguos de la ciudad. Nos llevó por el paseo a la plaza de la Caleta, a encontrarnos con rincones, plazas y calles dignas de visitar por su decadencia romántica tan fotogénica.
Como siempre, intenté aportar lo mejor de mí al grupo, mostrar mi visión fotográfica e intentar que la experiencia junto al grupo fuera la mejor posible. Con dos días de taller, siempre haces más piña que de costumbre, y la cercanía de todos me permitió disfrutar de esta aventura al máximo.
Tuvimos días de sol y buena luz, conté con la pasión y el entusiasmo por la fotografía de todos, y con esos mimbres hacer un taller fotográfico es casi como tener un caramelo continuo en la boca. Ver a los asistentes disfrutar tanto fue una gozada.
Todas las fotografías que publico y que hice durante el taller fueron tomadas con mi configuración habitual de mi Fujifilm X-T3 y el Fujinon xf23mm f2.
Hacia justo un año que viajé a Granada para realizar por primera vez uno de mis talleres fotográficos de Inmersión en Fotografía de Calle. No la conocía y eso es siempre un reto añadido. En dos días, Granada me enamoró como para incluirla de nuevo en la planificación de este año. Sin duda alguna, no me equivoqué, porque este fin de semana he descubierto nuevos rincones, nuevos lugares interesantes y sobre todo, he vuelto a disfrutar de la compañía de un grupo de fotógrafos espectacular.
Visitar Granada con la cámara entre la mano y el ojo es una aventura totalmente distinta cuando orientas tu creatividad a reinventar la ciudad a tu manera. En este caos que es cualquier ciudad, el conseguir que la cámara de fotos desapareciera de la ecuación para dejar paso a la visión fotográfica de cada asistente, fue una de las primeras claves.
Comenzamos el sábado por la tarde y la noche llegó antes de lo esperado. Cuando caminas por los rincones y calles estrechas de ciudades como esta, suele suceder antes de tiempo. Es cierto que siempre es un reto añadido, porque la noche y la falta de luz para comenzar un taller como este, siempre es más exigente y complejo para todos. Pero lo resolvimos todos de forma satisfactoria y con más de una anécdota que llevarnos a casa.
El domingo fue todo muy distinto. El sol nos acompañó toda la jornada y disfrutamos de zonas distintas y oportunidades diferentes. No hay que imaginar demasiado, porque muchos conocemos la maravilla que es Granada, sus colores y su arte urbano. Descubrí nuevas zonas que llevarme al cajón de los recuerdos, y sin duda para recorrerlos de nuevo la próxima vez que visite esta ciudad. No tardaré mucho.
Siempre me intento tomar todos los talleres en donde suelo ir más a menudo como una experiencia nueva, porque la fotografía de calle es lo bueno que te da, que por mucho que vayas a un lugar, siempre suceden cosas diferentes. Además, en mi caso, los grupos de fotógrafos que me acompañan también los son, por lo que consigo sacar siempre ideas y experiencias nuevas y positivas.
Barcelona es uno de esos lugares en donde el ritmo no descansa. Mucha gente por todas partes, llenos todos los rincones y siempre caras y situaciones distintas. Reconozco que siempre me asombra y me sorprende y por eso me gusta tanto fotografiar en sus calles.
Los talleres de Inmersión en Fotografía de Calle son una oportunidad perfecta para pasar un día intenso de FOTOGRAFÍA. Y lo pongo así, con mayúsculas, porque es una oportunidad perfecta de enfrentarte a un cuidado manejo de la luz – siempre cambiante según el lugar de la ciudad en que te mueves-, agilidad para reconocer un lugar con potencial o ser capaz de captar un momento fugaz que sucede delante de ti, así como aprender a repartir los pesos visuales de una fotografía para que generes una composición dinámica pero equilibrada que apoye una idea que apareció en tu imaginación por un instante.
Es cierto, y esto es así, que siempre se forman grupos muy divertidos y con los que disfruto mucho de una convivencia muy bonita en donde no solo fotografiamos, sino que charlamos, nos reímos y compartimos experiencias.
Echa un vistazo al calendario de Talleres para unirte al próximo, ya sea en Barcelona o en cualquiera de las ciudades previstas para mas adelante.
Los objetivos del taller son los de trabajar la visión fotográfica sin tener que estar pensando en que la cámara supone un freno o un inconveniente. El buscar la luz y saber extraer de ella lo mejor en función de la escena, no del revela que a posterior puedas realizar – y que debería ser mínimo.- y en desarrollar nuevas herramientas visuales y creativas que aporten a la fotografía de cada asistente. No es cuestión de decir esto se hace así porque lo digo yo, si no mostrar diferentes caminos visuales para que cada uno tome decisiones y vea alternativas distintas para una misma situación que, tal vez, antes no hubiera reparado.
Me ha costado mucho enfrentar este folio en blanco que es escribir el resumen del viaje por Vietnam. Por lo general, regreso a cada ciudad en donde hago talleres al menos un par de veces al año, así que es sencillo que se puedan repetir ciertas sensaciones y experiencias. Sin embargo, Vietnam es un país al que si no hubiera sido por la bonita propuesta de mi amigo Sergio de nadaincluido.com, es más que probable que no hubiera visitado nunca. Para alguien como yo que necesita un tiempo de adaptación previo e identificación con el lugar, sentí el fotografiar por Vietnam como todo un reto personal.
Para poneros en antecedentes, llevamos viajando juntos, cámara en mano, desde el 2019 a través de Marruecos, los Balcanes y este año Vietnam. El año que viene seguro repetiremos aventura en un nuevo país que nos ofrecerá fotografía, diversión y experiencias inolvidables. Reconozco que estoy deseando que llegue el siguiente y volver a ver a gran parte del grupo que ha ido acompañándonos desde el principio, así como a las incorporaciones que han ido llegando a través de los años. Gracias a estas aventuras, he visitado y fotografiado lugares a los que posiblemente jamás hubiera ido, así que le estoy muy agradecido por contar conmigo para acompañarle.
En este artículo, más que un resumen de dónde estuvimos y qué hicimos cada día, quiero contaros mis sensaciones personales y fotográficas. El relato más viajero estoy seguro que lo vais a poder disfrutar mucho mejor en el blog de Sergio. No soy muy bueno con los nombres de los lugares y me siento más cómodo describiendo mis inquietudes sobre el lugar en el que fotografío. Así que eso es lo que vas a leer a partir del siguiente párrafo.
Todos me habían hablado de la maravilla de sus paisajes, de sus gentes, de la locura de sus ciudades,…, y realmente pude ver y fotografiar todo aquello. Sin embargo, también es cierto que el turismo salvaje está haciendo mella en este país. Esto es un aviso para quien viaje a Vietnam en el futuro, porque es un punto que comentamos en muchas ocasiones durante nuestra estancia allí. Todo se siente falseado para el turista, principalmente para el propio turismo asiático. Esto conlleva el tener la constante sensación de que lo que ves es un gran teatro que han montado para tus ojos, para tu cámara. Si eres capaz de aceptar eso, te sentirás en un lugar mágico, si no, te verás como un elemento extraño fotografiando la realidad que te rodea. Al menos es lo que a mí me ocurrió en los puntos más concurridos de Vietnam.
Quiero contaros mis sensaciones personales y fotográficas, comenzando por las ciudades.
En un lugar muy alto sitúo a Hanoi, una “ciudad hormiguero” en donde la locura y el caos se dan la mano. Fotográficamente es uno de esos lugares que más puede emborrachar al fotógrafo de calle. Mires donde mires ocurren cosas, tienes fotografías complejas porque suceden historias delante, detrás, a los lados, todo al mismo tiempo. Por supuesto, hay que ser sinceros, el choque cultural también hace que estés sobrexcitado y este era uno de mis principales miedos. Al cabo de los años he dejado de ser un fotógrafo documental para llevar mi fotografía a la interpretación de la realidad, a una fotografía más de autor. No busco el describir lo que sucede sino encontrar a través de mis fotos una historia personal y una forma de ver la realidad diferente (que no mejor, ni lo pretendo) a la del resto de la gente.
Sentí Hanoi como una gigantesca trampa fotográfica para mí.
Soy de la opinión de que lo exótico hace que no te centres en lo importante de tu fotografía, como alguna vez he oído expresar al maestro Navia. Encontrar escenas que te motivan a fotografiar es tan sencillo en Hanoi que constantemente me daba la impresión de estar dentro de una espiral de locura y nerviosismo que me hacía perder la perspectiva de mi propia visión. Fotografiaba lo que veía, no lo que sentía. También es cierto, que esto es algo que me sucede habitualmente en el resto de mis Talleres Fotográficos, en donde fotografío más para los asistentes que para mí mismo. Pero Hanoi se ha convertido ya por derecho en el culmen de esta sensación.
No me malinterpretéis, cualquier fotógrafo de calle alucinaría como yo lo hice en Hanoi. Es una maravilla ver las posibilidades compositivas y los momentos interesantes que nos cruzamos. Tal vez la luz fue lo peor, ya que en general, tuvimos días nublados con una luz algo pobre. Recomiendo su visita, porque seguramente si regresara de nuevo, haría un trabajo diferente al que hice. Pero es cierto que la primera impresión fue la de estar dentro de una trampa fotográfica sobre la que hubiera tenido que meditar mejor para encontrar en ella mi propia interpretación y no la descripción de lo que tenía delante.
Aunque muchos de los que ya me conocen de otras aventuras se reían con amabilidad de mi poco gusto por la fotografía de paisaje, para nada es un género que desprecie en mi fototeca. Es cierto que no disfruto al máximo con la fotografía estática y pausada del paisajista, pero la fotografía es luz y también lo es encontrar en la naturaleza las ideas y belleza necesarias para contar historias íntimas. Sin embargo, si algo necesita la fotografía de paisaje es planificación extrema y unas condiciones de luz óptimas. En un viaje fotográfico como el que hicimos, era complicado estar en los mejores lugares a las horas adecuadas y el clima no fue benigno con nosotros en cuanto a una calidad de luz interesante. Por ello, aunque tengo una gran cantidad de fotos de los arrozales, de las montañas increíbles de la Bahía de Halong, de la majestuosidad de Sapa, y demás lugares increíbles que pudimos ver, no son mis fotografías favoritas y no me interesan tanto como el estudio de las personas que viven en esos lugares. Es por eso que han pasado a un segundo plano en cuanto a edición y revelado, y por ello no están en este artículo resumen.
Fueron 12 días intensos, en los que personalmente pasé por muchas situaciones.
Como bien me había advertido mi amigo Sergio, el primer viaje a Asia pasa factura. Llevaba en la mochila un cansancio acumulado considerable, el sentimiento que me acompaña durante todo este año de no estar en casa con los míos, una situación de salud algo complicada y el maldito “jet lag” que me golpeó con fuerza. Sin embargo, la alegría y predisposición del grupo fue increíble.
Como siempre fue lo mejor del viaje e hizo que todas las experiencias fueran inolvidables. Me permitiréis que no relate todas las «pequeñas-grandes» aventuras vividas porque si no me podría extender hasta el infinito. Sí que os contaré que pudimos meternos dentro de una boda vietnamita, vivimos momentos surrealistas en una discoteca muy extraña, hicimos trekking y kayak por lugares alucinantes, compartimos risas, casi nos matamos con unas bicis echas polvo, hablamos con gente en una mezcla de idiomas indescifrable, conocimos rincones de locura y de nuevo, sentí como una familia al grupo que nos acompañó a Vietnam.
¿Cómo fotografíe y qué me lleve?
Como seguro a muchos os interesará saber, os cuento que llevé a este Tour Fotográfico mi fiel Fujifilm X-T3 y dos objetivos, el 16mm f2.8 WR y el 23mm f2 WR. Decidí mirar Vietnam desde un punto de vista cercano y angular. Trabajé como siempre enfocando en manual, pese a la dificultad que la poca luz y sus consecuentes diafragmas abiertos suponen.
En este viaje constaté muchas de mis inquietudes fotográficas. Como ya he explicado, mi alejamiento de la descripción y mi acercamiento total a la búsqueda de la sensación más interna a partir de lo que tengo delante. Me descubrí cada vez más alejado de ciertos convencionalismos fotográficos y por ende, más frustrado por la búsqueda de una perfección que ahora entiendo inalcanzable. Encontré en mi fotografía muchos de los errores que ya intuía en el pasado y he vuelto más consciente de ellos. Por todos estos descubrimientos estoy muy agradecido. Nunca dejamos de aprender y eso es lo más interesante.
Tal vez en estas fotografías no me encuentres tanto como me hubiera gustado que lo hicieras, pero sí me han enseñado mucho de mí mismo. Estoy convencido que ha sido un viaje que se irá cocinando fotográficamente en mi interior durante un tiempo y todavía lo mejor esté por aparecer. Es una bonita enseñanza que, tal vez de forma algo egoísta, me llevo de Vietnam.